El pasado 1 de marzo se conmemoró el día de la cero discriminación, una jornada destinada a erradicar las conductas que vulneran los derechos humanos de las personas y promover el respeto a la dignidad, sin importar género, edad, religión o condición social.
A pesar de la existencia de un día dedicado a esta causa, la realidad es que la discriminación está lejos de desaparecer por completo. Según cifras del INEGI, en nuestro país, el 23.7 % de la población de 18 años y más reportó haber experimentado discriminación entre julio de 2021 y septiembre de 2022.
Esto nos lleva a reflexionar: ¿Qué factores contribuyen al aumento de estas cifras? ¿Dónde radican las fallas en las instituciones, el Estado y en la sociedad misma?
La discriminación afecta especialmente a las minorías. En el caso de la zona sur de Jalisco y en cualquier parte de México donde exista la agroindustria, los jornaleros son uno de los grupos más vulnerables. Estos trabajadores del campo son desplazados de sus lugares de origen en busca de mejores oportunidades laborales. Sin embargo, al llegar a ciudades como Zapotlán el Grande, se enfrentan a barreras por el idioma, cultura y discriminación.
Diversos mecanismos de protección de derechos humanos se han pronunciado (…) el respeto a los derechos de las personas jornaleras es precario, son vulnerables a una multitud de abusos como despidos injustificados; retenciones de salario; sobre jornadas laborales; malos tratos, acoso sexual, violencia y discriminación; sobre todo, porque constituyen una mano de obra abundante y barata, que vive bajo condiciones de alimentación, hospedaje y salud deficientes (CONAPRED, 2019)
En Ciudad Guzmán, la discriminación hacia los jornaleros es un problema conocido por los habitantes, al igual que las condiciones precarias en las que viven. Sin embargo, a pesar de ser conscientes de esta situación, muchas veces se opta por ignorarla. Es un problema latente y en constante aumento, similar al crecimiento de los árboles de aguacate y plantíos de ‘berries’ en la región.
Pero esto no justifica juzgar, apartar o marginar a estas personas, quienes han sido obligadas a migrar y cuya única aspiración es poder vivir dignamente.
Las actitudes dilatorias –como el evitar llamar a negociar el conflicto indígena, obstruir los acercamientos y en general cierta forma de indiferencia política– son tan sólo algunas de las estrategias con las que el Estado y ciertos sectores de la sociedad plantean su oposición a reconocer los derechos indígenas, pero también su discriminación. (Benquet, 2019)
Erradicar la discriminación puede parecer una tarea imposible, pero basta con comprender que todas las personas, independientemente de su ocupación, ya sea en la industria agrícola u otro sector, merecen vivir libres de discriminación. Es responsabilidad de los Estados, incluido el de nuestro país, garantizar esto y es hora de reconocer que los días para discriminación cero deberían ser más que eso.