Con la estafeta en alto: la pasión en los relevos

Con la estafeta en alto: la pasión en los relevos

Es sábado 26 de abril, la última noche del fin de semana antes del regreso a clases tras las vacaciones de primavera. Se llevó a cabo la prueba de pista que, en mi experiencia dentro del atletismo, más afición reúne en las gradas: los relevos.

Esta prueba cerró el penúltimo día de actividades en la Macroregional de Atletismo con sede en Jalisco. Es el último paso antes de llegar a la tierra prometida: la cúspide del esfuerzo de los atletas, la Olimpiada Nacional 2025, con sede confirmada en Tlaxcala.

La Unidad CODE Revolución recibió a 12 estados durante seis días. El tartán azul de la pista, las gradas y el césped vieron de todo: sintieron los gritos de los atletas, los picos de sus spikes clavándose, cobijaron a los agotados, a los lesionados y trataron de ser lo más suaves posible con quienes cayeron sobre ellos.

Los relevos son una prueba única, no solo por la emoción y expectativa que generan, sino también por su lógica, reglas y estrategia. La prueba olímpica existe desde hace 117 años y en 1908, durante los Juegos Olímpicos de Londres, se corrió por primera vez. 

Aunque a simple vista esta prueba parece sencilla, en la práctica implica una enorme responsabilidad: el pase de la “estafeta”, un pequeño cilindro que concentra la esencia del relevo.

La dinámica es clara: en un relevo 4×100, cuatro atletas corren 100 metros cada uno hasta completar la vuelta a la pista. En el 4×400, cada competidor recorre una vuelta completa antes de pasar la estafeta. Aquí, la coordinación y el trabajo en equipo son fundamentales.

En las gradas, la emoción crece. A lo lejos, los competidores aguardan su turno para liberar la adrenalina. La afición —que no es más que familiares, entrenadores, jueces y fotógrafos— se multiplica, se acomoda donde puede, invade las escaleras, hasta que es imposible moverse entre la multitud que espera la gran prueba.

Un evento único, como la prueba en sí.

En un deporte donde los logros suelen ser individuales, los relevos nos recuerdan el valor del trabajo en equipo: no basta con correr rápido, hay que ser uno solo para ganar. Los atletas elegidos no son seleccionados al azar. Su posición, entrenamiento y trabajo dentro del equipo se calculan para maximizar resultados. Se analizan fortalezas y debilidades para ensamblar un engranaje perfecto.

En las gradas, los vítores cobran fuerza. Algo parece apoderarse de los espectadores, que sacan gritos, aplausos y matracas; los atletas, a su vez, parecen devolver esa energía con su desempeño.

Jalisco, minutos antes del inicio, ya había organizado su porra. “¡Yo soy!”, era el cántico elegido, y entre compañeros se señalaba quién iniciaría para que todos siguieran el ritmo. Atrapada entre la porra de Jalisco, esta me acogió. Tal vez por ser jalisciense también, porque no importaba si nos conocíamos o no: éramos de Jalisco, y nadie gritaría más que nosotros.

Aquella noche, los relevos 4×400 mixtos llegaban cargados de expectativas: no solo emocionales, también estratégicas. Cada corredor debía demostrar su habilidad, su fuerza, su rapidez. En sus hombros cargaban más que su propio nombre: representaban a un estado entero.

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¡Yo soy!
¿Quién?
¡Amigo de Luis!
¡Que sí, que no, amigo de Luis!

¡Yo soy!
¿Quién?
¡Amigo de Valentina!
¡Que sí, que no, amigo de Valentina!

¡Yo soy!
¿Quién?
¡Amigo de Max!
¡Que sí, que no, amigo de Max!

¡Yo soy!
¿Quién?
¡Amigo de Jimena!
¡Que sí, que no, amigo de Jimena!

¡Yo soy!
¿Quién?
¡Amigo de Jalisco!
¡Que sí, que no, amigo de Jalisco!

La entrada del relevo 4×400 a la pista fue el momento perfecto para que Jalisco presentara a sus elegidos en la categoría Sub-20: Luis Ramos, Valentina Méndez, Maximiliano Delgadillo y Jimena Sierra. Ellos tenían la abrumadora tarea de darle a la porra lo que deseaba: el primer lugar.

Otros estados intentaron seguir el ritmo, pero su poca presencia era opacada por la emoción jalisciense. Solo el Estado de México logró mantenerse a la par, tanto en las gradas como en la pista.

Antes del disparo de salida, ocurrió algo aún más raro: un momento de calma absoluta.

La salida en pruebas de pista no es solo “En sus marcas, listos, fuera”. Es un ritual: los atletas se colocan en sus carriles, ajustan sus arrancaderas, se hincan, colocan los dedos al ras de la línea blanca… y esperan el estallido de la pistola. Y entonces, el silencio en las gradas. Silencio total, casi irreal, que permitía imaginar la respiración agitada de los competidores. El cansancio, los problemas, las lesiones… todo quedaba en pausa, suspendido, hasta que el disparo rompió el aire y devolvió el bullicio.

Luis arrancó fuerte. Jalisco tomó la delantera, pero el Estado de México no se dejó vencer. La carrera estuvo reñida, y aunque Luis, Valentina, Max y Jimena dejaron todo en la pista, en los últimos cien metros, el Estado de México remontó y cruzó primero. Por apenas centésimas, se quedó con el primer lugar.

El cronómetro marcó 3 minutos, 33 segundos y 19 centésimas para Estado de México. Su porra celebró la victoria y gritó en burla a Jalisco, intentando encender los ánimos y el apoyo de la afición:

¡Les ganamos! ¡Les ganamos!

Para Jalisco, el cronómetro indicó 3 minutos, 33 segundos y 83 centésimas. Fiel a su espíritu, su porra respondió:

¡No se escucha, no se escucha!

La poca presencia del Estado de México, no pudo continuar con la guerra de porras, por número y ruido, Jalisco les superaba. 

La calma volvió apenas por unos minutos. Porque entonces, entraban a escena los relevos 4×400 mixto, categoría Sub-23. La porra de Jalisco retomó su cántico, esta vez apoyando a su nuevo cuarteto: Rubén Romo, Natalia Galván, Sebastián González y Shakti Álvarez.

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¡Yo soy!
¿Quién?
¡Amigo de Rubén!
¡Que sí, que no, amigo de Rubén!

¡Yo soy!
¿Quién?
¡Amigo de Natalia!
¡Que sí, que no, amigo de Natalia!

¡Yo soy!
¿Quién?
¡Amigo de Sebas!
¡Que sí, que no, amigo de Sebas!

¡Yo soy!
¿Quién?
¡Amigo de Shakti!
¡Que sí, que no, amigo de Shakti!

¡Yo soy!
¿Quién?
¡Amigo de Jalisco!
¡Que sí, que no, amigo de Jalisco!

Silencio sepulcral en la salida. Al disparo, Rubén comenzó su turno, decidido y con velocidad. Aunque la estafeta no llegó en el mejor momento, Natalia remontó con fuerza y abrió una ventaja que Sebastián supo sostener durante toda su participación, pese a la presión de otros competidores que pisaban sus talones. 

Finalmente, Shakti tomó la estafeta y corrió como si la meta estuviera a solo unos pasos. A 200 metros de la llegada, ya nadie podía alcanzarla. Entró sola, con la estafeta en alto en un claro signo de victoria y las gradas estallaron de emoción.

¡Yo sí, le voy, le voy a Jalisco!

Y como premio final, la afición coreó:

¡Un beso para Jalisco! Muah. Otro para Jalisco. Muah. ¡Que lo regresen, que lo regresen!

En busca de recompensar el apoyo, los atletas —sin aliento, sin vergüenza, con orgullo— devolvieron el beso a su gente.

La afición, ahora devolviendo el favor al Estado de México, que les había echado en cara su segundo lugar, coreó:

¿En dónde están? ¿En dónde están? ¡Los que dijeron que nos iban a ganar!

La porra de ningún estado se atrevió a contestar. La diferencia había sido arrolladora, Jalisco pudo haber obtenido un segundo lugar, pero estaban en casa y el apoyo no se comparaba con nada. El cuarteto jalisciense realizó un tiempo de 3 minutos, 28 segundos y 37 centésimas. La Ciudad de México, que consiguió el segundo lugar, se quedó 6 segundo atrás. 

En la pista y en las gradas, la emoción ha terminado.

Los relevos han acabado y el reloj marca más de las diez de la noche, y de a poco, las gradas fueron quedando vacías. La garganta pica, los oídos se sienten raros, la boca está seca. Las palmas de las manos, poco a poco, dejan de estar enrojecidas; el cosquilleo desaparece. La adrenalina ha bajado, y con ella, el cuerpo vuelve a sentirse.

Se dieron abrazos, felicitaciones y despedidas. 

Aunque esa noche no fue la única en emocionarse con los relevos, el día anterior también vibraron con los 4×100 femenil y varonil, y al día siguiente con los 4×400 femenil y varonil, donde la situación estaba tensa desde el inicio del último día de competencias, y no precisamente por la prueba. Esto, cuando los jueces detrás de la organización del evento realizaron un paro de actividades, exigiendo a CODE el pago de su labor, una demanda completamente justificada. 

Mientras el día anterior, esta escritora pudo vivir, y sentir, la emoción completa desde las gradas. Los jueces tenían incertidumbre por su trabajo.

El deporte es el estandarte de Jalisco, “Somos los campeones”, presumen, los medalleros hablan por sí solos. Pero sus atletas y personal son testigos de que su esfuerzo siempre valdrá la pena, pero por el apoyo de sus familias, de esa porra en gradas que sabe, que los atletas llegan solos a la meta, en sentido figurado y literal.

Esa noche, no importaron los nombres, las marcas ni las medallas, tampoco la falta de apoyo, menos lo que se vivía en la organización y que todos ignoramos al ser consumidos por la emoción. Importó el esfuerzo que dejaron en la pista, la estafeta que no se cayó, el aliento que no faltó. Importaba la fuerza con la que se grita por otros, aunque no se les conozca, solo porque llevan la misma camiseta. 

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