De seguro ya has escuchado hablar de la lobotomía, esa cirugía a nivel cerebral que, al menos cuando es mencionada en series o películas, parece que acaba por completo con la personalidad y los pensamientos del paciente al que se le practica.
En 1935, el neurólogo portugués Egas Moniz desarrolló la lobotomía, o leucotomía, como él la llamó, lo que le adjudicaría el Premio Nobel de Medicina en 1949. El procedimiento consistía en la perforación de dos agujeros en el cráneo y, con la ayuda de un instrumento afilado, se cortaban las conexiones entre los lóbulos frontales y el resto del cerebro.
En 1946, el neurólogo estadounidense Walter Freeman le dio un giro a este procedimiento. Ideó la lobotomía transorbital, que consistía en martillar lo parecido a un picahielo en el cerebro por detrás de la cuenca de los ojos. No necesitó más que su camioneta para conducir por todo Estados Unidos e ir promoviendo la lobotomía para todo, desde enfermedades mentales graves hasta insomnio o depresión postparto.
Pareciera increíble, pero entre la década de 1940 y 1970 se practicaron entre 45.000 y 50.000 lobotomías solamente en Estados Unidos. Pacientes con esquizofrenia, depresión grave o trastorno obsesivo compulsivo (TOC) eran sometidos diariamente a esta cirugía, en busca de poder encontrar una cura a los “males” que arrastraban.
Años después se demostró que sólo un tercio de los pacientes de Freeman mostraron una mejoría, mientras que el resto empeoró significativamente. En 1983 se promulgó la Ley de Salud Mental en Estados Unidos, lo que puso un fin a las operaciones psicoquirúrgicas.
Pero la cosa no termina aquí. En 2011 se dio a conocer el “Dictamen de la Comisión de Seguridad Social en relación al reconocimiento al ISSSTE por la realización de la cirugía leucotomía límbica”, por parte del Senado de la República. En este documento, se expresa que hasta el 20 de septiembre de ese año, se tenía registro de nueve casos exitosos en los que se había realizado una leucotomía límbica a mujeres con anorexia.
“… ahora se han venido realizado para pacientes con anorexia, a través de la operación denominada “leucotomía límbica”, mejor conocida como “lobotomía prefrontal”, que elimina la fobia que tiene el paciente a comer, la cual hasta ahora, se realiza sólo en el Centro Médico Nacional 20 de Noviembre, perteneciente a este Instituto.(ISSSTE)”
El punto de acuerdo expresaba que los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) se habían convertido en uno de los problemas de salud más fuertes en México, ya que hasta 2011, habían aumentado un 300 por ciento en comparación a los últimos 20 años.
Nueve mujeres (de las que tenemos conocimiento) experimentaron cambios en las conexiones de su sistema límbico para así “arreglar sus problemas de raíz”, todo a manos del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE), avalado por las administraciones públicas. Esto en 2011, hace apenas trece años.
A la fecha, no hay información sobre el estado actual de las pacientes, pero este hecho plantea interrogantes éticos sobre el uso de prácticas arcaicas para el tratamiento de los trastornos de conducta alimentaria.
La sombría historia de la lobotomía destaca la importancia de abordar los trastornos de salud mental con enfoques éticos basados en la evidencia, recordándonos que la ciencia médica debe avanzar hacia tratamientos más seguros y efectivos, y no darse tan fácilmente por vencida con aquellos cuya mente les ha traicionado.