Las redes sociales se han convertido en plataformas que ayudan a difundir de forma masiva ideas y opiniones en diversos grupos de personas, logrando incrustarlas en el imaginario colectivo de una forma bastante fácil y rápida. A principios de este mes, se compartió por redes sociales la captura de pantalla de un tweet (fragmento de texto compartido en la plataforma “X”, antes Twitter), en el que un usuario afirmaba lo siguiente:
Como era de esperarse, el tweet generó toda una ola de reacciones, tanto positivas como negativas. Muchas personas reaccionaron con aprobación, demostrando que aquella opinión no es tan impopular como se pensaba. Otras replicaron mostrando su desacuerdo y explicando los motivos por los que esta afirmación les parecía anticuada y misógina.
Lo cierto es que, así como el autor de aquel tweet, muchos hombres buscan casarse con mujeres que no tengan metas personales o aspiraciones laborales porque ellas les resolverían una serie de aspectos de su vida adulta que les permitirán tener una familia sin el esfuerzo que aquello conlleva, ya que ellos no se harían cargo de las labores de crianza ni del cuidado del hogar.
De acuerdo a datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en los primeros tres meses de 2023 más de 104 mil mexicanos abandonaron su trabajo por motivos de matrimonio, embarazo o para cuidar a un familiar. De todas estas personas que vieron afectada su carrera laboral, 93.5 por ciento fueron mujeres, es decir, más de 90 mil.
¿A qué se debe esta diferencia tan abismal? Primeramente, a la infraestructura del sistema laboral. Muchos trabajos no tienen condiciones laborales flexibles y adaptadas a la maternidad y la paternidad. La mayoría, por ejemplo, no cuenta con la posibilidad de que madres y padres lleven a sus bebés a sus trabajos, mucho menos cuentan con espacios adaptados para amamantar o cambiar pañales. Además, en muchas empresas de México aún no se cuenta con un sistema de permisos de maternidad y paternidad que sea equitativo ni suficiente. Generalmente, los padres reciben 5 o 6 días para estar con sus familias luego del nacimiento de sus bebés, antes de volver a ser totalmente absorbidos por sus trabajos, dejando a sus parejas solas por el resto de su cuarentena. Aquellas madres que trabajen, deberán regresar a su lugar de trabajo máximo 84 días después.
Por lo tanto, una importante mayoría de parejas con hijos tendrían que dejar a sus criaturas al cuidado de sus familiares para trabajar. Sin embargo, el 46 por ciento de las mujeres que no trabajan afirman que se debe a que no tienen quién les cuide a sus hijos, personas mayores o enfermos a su cargo, de acuerdo con el medio Expansión. Y ni pensar en contratar un cuidador y cuidadora, ya que en muchos casos las finanzas familiares no son suficientes para costear estos servicios, incluso con los salarios de ambos miembros del matrimonio.
Los roles de género, cual mancha de grasa en una prenda de ropa, se han aferrado a nuestra cultura, cambiando contínuamente de nombre y apariencia, pero conservando su esencia. Según el INEGI, en 2023 las mujeres mexicanas realizaron el 73 por ciento de las horas totales dedicadas a tareas domésticas en la semana, así como el 81 por ciento de participación en actividades de alimentación y 78 por ciento en actividades de limpieza y cuidado de la ropa y zapatos.
Con esta distribución de tareas tan poco equitativa, resulta muy difícil para una mujer equilibrar su carrera profesional con la carga de labores domésticas, de crianza y de cuidados que se le adjudicará sistemáticamente al formar una familia. Al casarse muchas mujeres dejarán de trabajar para dedicarse enteramente a ser esposas, madres y amas de casa. Sea por decisión propia o por imposición del marido, al “liberar” de la carga laboral a las mujeres, realmente se les condena a depender financieramente de su pareja, lo que puede verse muy atractivo por momentos, pero implica permanecer en el matrimonio incluso si hubiese violencia, infidelidad o desamor de por medio, además de perder autonomía y la decisión sobre su propia vida.
Una mujer que no percibe ingresos propios no cuenta con los medios económicos para salir de una situación que comprometa su integridad o su felicidad, ni para buscar su desarrollo personal por su cuenta. Y, por supuesto, la falta de estudios universitarios le dificultarían acceder a las condiciones laborales que le brinden estabilidad financiera sin depender de un matrimonio.
Este tweet y sus posteriores reacciones volvieron a poner sobre la mesa un tema muy importante: el matrimonio heterosexual puede llegar a ser muy desigual y colocar sobre las mujeres un sinfín de cadenas invisibles y cargas extras a las que ya llevaban sobre sus hombros. Antes de adquirir un compromiso nupcial, ambos miembros de la pareja tendrían que plantearse varias preguntas que podrían ser incómodas, pero sin duda serían cruciales para asegurar una unión realmente pareja.
Tendrían que negociar la distribución equitativa de tareas domésticas, cómo manejar las finanzas familiares, si quieren hijos y cómo distribuir las labores de crianza de una manera justa, así como lo que harían si pasaran por una situación que requiriera cuidar de un tercero y qué ajustes se harían a los acuerdos anteriores para lograr una responsabilidad compartida.
Al aceptar un matrimonio sin conocer y negociar lo que ambas partes de la pareja están dispuestas a dar, considerando sus necesidades y condiciones, se estaría siguiendo ciegamente un protocolo y un sistema diseñado de manera injusta. Un sistema en el que las mujeres deben aceptar hacerse cargo de la mayoría de las labores domésticas y de crianza sin remuneración económica, abandonando su bienestar y crecimiento personal “por el bien de su familia”, quedando sin medios de autoprotección y satisfacción personal.
Por supuesto, para muchas personas esta forma de pensar es ofensiva. A las mujeres que buscan nuevas formas de relacionarse, que sean equitativas y beneficiosas, o que no desean casarse como tal, se les juzga de desconfiadas, egoístas y “malas mujeres”. Pero quizá esos juicios sean mejores que adquirir un compromiso personal y legal con una persona que piensa como el autor de este tweet, no teniendo ningún problema con arrebatarle su autonomía y crecimiento personal a su pareja con tal de formar “su” familia.
El colectivo “Brujas Feministas” lo resumió muy bien: “Te quieren de ellos y para ellos; tú quiérete a ti y para ti”. Si las mujeres siguen siendo culturalmente percibidas, socializadas y entrenadas para servir sin considerar sus necesidades, metas y aspiraciones, y continuamos aceptando esto sin más, entonces, ¿qué tanto hemos avanzado como sociedad?