Carlos Iván Guzmán Morales, originario de Tuxpan, Jalisco, es un artista contemporáneo que transforma lo cotidiano en expresión visual. Su obra fusiona lo místico con la realidad, reflejando su carismática personalidad y la energía que transmiten sus característicos lentes rojos.
Desde la infancia, su curiosidad por el dibujo lo llevó a explorar diferentes formas de arte. Durante la primaria y secundaria, participaba en los periódicos murales, dejando volar su creatividad. Recuerda un trabajo sobre Cristóbal Colón, donde dibujó las tres carabelas sobre el cabello del personaje utilizando únicamente su imaginación. También encontraba inspiración en todas las ilustraciones de los libros escolares.
Su primer encuentro con el muralismo a gran escala, fue a través de las pinturas del auditorio Flavio Romero de Velazco, en la Casa de la Cultura de su municipio. Era común que lo enviaran a hacer tareas a la biblioteca, y en cada visita se tomaba momentos para contemplar aquellas pinturas, en las que se descubrían las tradiciones y costumbres de la época.
Con el tiempo, Iván decidió que el arte sería su vida. Ingresó al Instituto Hospicio Cabañas en Guadalajara, donde descubrió que no solo se requería talento, sino también conocimientos: filosofía, literatura, historia del arte, grabado y composición para enriquecer su visión y su técnica.
Sus obras tienen un enfoque claro, retratar la vida cotidiana de su comunidad. Para él, Tuxpan es mágico y va más allá de sus danzas y tradiciones populares. En sus murales, representa tanto a íconos de la comunidad como a personas comunes: la vendedora del mercado, el barrendero, el niño que juega en la calle. Su intención es que el espectador se vea reflejado en su trabajo y se sienta parte de la historia.
Un ejemplo emblemático de esto es el mural donde aparece doña Celedonia, una mujer conocida por generaciones en el barrio donde Carlos creció. “Carlos no me va a dejar mentir”, comentan los vecinos, “él vive por aquí y todos recuerdan a la señora que bajaba con su carretón, cargando leña o comida, siempre con su indumentaria tradicional, sus huaraches, su rebozo”. Esta obra forma parte del proyecto Bienvenidos al Bajío, y tiene un fuerte componente simbólico: la figura materna da la bienvenida con una taza de café, un gesto cotidiano que representa el calor del hogar, el recibimiento afectivo y la espiritualidad cotidiana del pueblo. El mural también incluye elementos como una cruz que alude a los cuatro elementos y puntos cardinales, y una paleta de colores basada en el fuego y el sol, inspirada en una antigua tienda de la zona llamada El Sol de Mayo. En palabras de Iván, “la vida cotidiana es mágica”, y con este mural busca recuperar esa narrativa oral que da identidad a las comunidades, mostrando que el arte también puede ser un acto de memoria y de resistencia cultural.
Para Iván, el arte no es solo una profesión, es su esencia. “Tan absurdo, tan bobo, tan tonto, pero tan mágico que dices, esto lo hice con mis manos” y esa magia es su mayor motivación. “Elijo la plástica porque, aunque es donde más me pueden criticar, también es donde puedo crear con mis manos, mi mente y mi creatividad”. Iván sabe que el arte siempre ha sido criticado, pero lo asume con madurez. “Los grandes pintores lo fueron, ahora uno no puede ser la excepción. Pero estoy curado de espantos, pueden criticar mi técnica o lo que quieran, pero es algo que me gusta y que yo cree, eso es lo importante”.
Además de muralista, es músico.Su padre influyó en su pasión por la música, aunque fue por iniciativa propia que se unió a la banda de rock The Gasch. Además disfruta hacer poesía y fotografía de manera personal. Considera que es una extensión de su arte, y ambas se complementan, conectando la mente con las manos y el pensamiento con la ejecución.
Junto a su amigo y colega Carlos Martínez ha realizado más de 25 murales en espacios públicos y privados. Su estilo combina surrealismo y neomexicanismo, y usa luces, sombras y colores para expresar su visión del mundo mientras representa la esencia de su comunidad. Para él, el arte no es solo una profesión, sino un estilo de vida. Se suele decir que vivir del arte es difícil, más él ha demostrado lo contrario. Su pasión y disciplina lo han llevado a consolidarse en un medio desafiante, donde cada mural es testimonio de su creatividad y su identidad, llevando en cada obra un pedazo de su historia y de su comunidad.